¿De
qué
voy a
escribir
si no
es
sobre
lo que
me
acontece?
Camino
pesarosa
como
llorando
en
cada aspiración
y
riendo
locamente
en el
proceso
complementario.
Me he
sentado
en un
banco
a la
sombra
de
unos árboles
de
los que
no
podría,
-puesto
que no lo sé-
decir
el nombre.
Me
faltaban
fuerzas
para
llegar
hasta
casa.
Esta
casa
que a
veces
se
convierte
para
mí
en un
oscuro pozo
con
una luz
de
farol
colgado
en lo
alto,
pero
cuya
visibilidad
está
cegada
por
unas pesadas
puertas
de hierro.
A
veces
imagino
que
sigo escondida
ahí
abajo
y que
no quiero
que
me encuentren.
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