Sujeto esta estalactita
coloreada de polvo
entre mis dedos
me siento sacudida
por un pálido temblor
que es ese de la gota que vibra
al final -ahí, más abajo-
del pendiente congelado
en la oscuridad de los quiebres
de las barbillas afiladas de las grutas
y que tras un escalofrío,
inestable, se desprende
impacta contra el elemento líquido y en un restallido
aplaude al tiempo que
se fusiona con la totalidad del agua
de ese conmovido lago subterráneo
Soy toda yo quien con la carne de gallina
temblorosamente expando este dolor
por toda mi superficie tan suave
le derramo lágrimas y las extiendo
con los dedos
el ungüento ofrece cierta resistencia
tratar de controlar su dirección
resulta un sobreesfuerzo
¿Quién comprende?
Bajo tanto dolor
un fragmento de mar
salpica esta blancura de membranas
“Los colores son como los de tu pañuelo”, dice
No quiero creerlo pero sucede que
nadie entiende
que los colores son algo mucho mucho más
que el pañuelo es una órbita fantasma
que me oculta y me confunde tantos verbos
“¡Qué colores tan felices!”, dice también
pero no advierte la humedad
no ha descubierto aún
que este espacio es casi
como un charco bien resbaladizo
y que el suelo que acaricio
está recién llorado
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