Te extraño
y recuerdo
aquellas mañanas,
la visita
intempestiva
el río y la pala.
El surco de
mis lágrimas
cubierto por
tu espalda
y la pequeña
porción de
tierra
donde crece
ese arbolito
que plantamos.
Por entonces hubiera
querido estar
en cualquier otra parte,
pero estaba contigo:
mejor que
con nadie.
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